En el pasado, el primero y más célebre centro turístico de la costa del Pacífico fue una de las puertas del Nuevo Mundo hacia Oriente; pero hoy es una urbe con un rápido crecimiento, de más de un millón de habitantes, y con una mezcla alocada de rascacielos, tiendas de diseño y restaurantes trilingües que protegen una ciudad oculta de aparcamientos, ríos contaminados y grandes edificios de apartamentos. Acapulco no se ajusta a la idea de diversión que tienen muchas personas, pero la mayoría de quienes la visitan disfrutan descansando en sus numerosas playas, que cuentan con instalaciones para casi cualquier deporte que pueda practicarse en el agua.
Desde los años treinta, los célebres saltadores del acantilado de La Quebrada, conocidos como clavadistas, han maravillado a los visitantes por la gracia con la que se zambullen en el agua desde una altura suicida de 45 m, por una estrecha grieta que parece contener sólo agua suficiente para cubrirles los pies. No resulta sorprendente que antes de lanzarse al vacío recen en un pequeño templo. Desde el hotel El Mirador se puede disfrutar de una bella vista panorámica de los clavadistas. Quien busque playas menos concurridas, puede ir al Pie de la Cuesta (8 km al noroeste del centro de la ciudad), una buena alternativa a la aparatosidad de la urbe. La carretera hacia Puerto Marqués (18 km al sureste) ofrece unas vistas preciosas de la bahía de Acapulco. Justo al sur de la península de las Playas, se encuentra el llamado templo sumergido, una estatua de bronce de la virgen de Guadalupe bajo el agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario